Una de las esculturas griegas mejor conocida en nuestros tiempos es el Discóbolo. De él se han hecho muchísimas copias a lo largo de los tiempos, y es que el Discóbolo representa una de las primeras esculturas griegas clásicas con mayor dinamismo con respecto a las anteriores.
El escultor de esta famosa obra fue Mirón, uno de los maestros más importantes en la Grecia clásica, que vivió y trabajó en Atenas bajo el mandato de Pericles. Se fecha el Discóbolo del año 460 a.C. y se encuentra en el Museo Nazionale Romano, en Roma, como copia romana en mármol, pues la escultura original griega estaba hecha de bronce.
Esta obra destaca por su naturalismo, buen equilibrio y dinamismo como bien he señalado antes.
La mayoría de esculturas griegas arcaicas y clásicas se caracterizan por su frontalidad. En cambio, en el Discóbolo, podemos observar gracias a la posición de su cuerpo, que el autor quería romper con esa frontalidad y poca expresividad corporal de las esculturas clásicas anteriores, para dar paso a un mayor movimiento corporal combinado con un perfecto equilibrio en todas las partes del cuerpo. El movimiento lo consigue describiendo una "S" en el cuerpo del atleta, conocida como curva praxiteliana, y el equilibrio corporal lo consigue haciendo que el brazo que sujeta el disco haga contrapeso con la pierna en la cual se apoya el otro brazo, lo que recibe, en su conjunto, el nombre de rythmos. Para terminar de remarcar ese dinamismo hay que fijarse también en los músculos en tensión (brazo que sujeta el disco y pierna que se apoya en el suelo).
Aún así, donde el autor no consigue expresividad alguna, es en la cara de nuestro atleta: la cara del Discóbolo no refleja ni esfuerzo, ni concentración, ni ningún otro tipo de sentimiento o sensación. Así es que podríamos decir que el Discóbolo es un muy pequeño paso hacia la escultura helenística (por su dinamismo) que aún se mantiene en su propio clasicismo (el rostro sin expresión y la geometrización del pelo).
El Discóbolo es la representación de un joven atleta llamado Jacinto, que murió mientras participaba en unos juegos dedicados al dios Apolo, en el momento de máxima concentración antes de lanzar un disco, en el segundo tiempo de acción de este ejercicio.
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